Hoy he visto en la autovía un camión lleno de cerdos vivos. Su destino era, inevitablemente, la horca, y más adelante servir como alimento para el ser humano. No seré yo el que me ponga a defender el poder de la lechuga como sustitutivo del chuletón, pero quizá el camino para llegar al patíbulo carnicero podría, al menos, no adelantar el sufrimiento final. Tampoco pido una alfombra roja ni una manicura porcina, pero un último deseo no formulado sí que podría ser cumplido. "Total, van a morir" opinaba una amiga cuando le presentaba mi teoría. Bien es cierto que aunque venga un gallo volador por encima de la alambrada, no hay gallinas de plastilina que salvar, pero como hacían en el tiempo en el que las ejecuciones en la Plaza Mayor salían en la programación del día como hoy salen las jotas, no estaría de más conceder a un donante de sangre como es el cerdo un último deseo. Quizá sus repetidos oinks (onomatopeya con la que no estoy conforme, pues el sonido se acerca más a un güi) no den pistas de cuál podría ser su deseo final, pero sus orines y heces sobre los que duermen en los camiones que los transportan son como carteles luminosos que dicen: "¿dónde quedaron esos trenes con ojos y boca en los que viajaba Dumbo?". Y un admirador del jamón serrano como es el español de a pie se pregunta: "¿el fin justifica los medios?". Y un conductor de camiones de transporte de cerdos se responde: "me siento como el conductor de los trenes que iban a Auschwitz, que no miraban hacia atrás para no ver qué estaban transportando". Lo que lleva a la misma conclusión: si los animales hablaran, nadie comería carne. Y si volaran por encima de fábricas expulsoras de contaminantes humaredas... tampoco.
jueves, 10 de abril de 2008
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2 comentarios:
¿Qué escribirías si vieras todos los días como descargan las lechugas del camión?.
Unas envueltas en bolsas, ahogando toda su respiración. Otras amontonadas sin orden junto a los tomates y las manzanas.
Vete a saber desde donde vienen y cómo vienen. Pocas son las que tienen denominación de origen, la mayoría se han quedado sin raíces.
Menos mal que la lechuga y los cerdos no hablan, especialmente cuando se encuentran en el plato.
Pobres cerdos ...
Pero qué buenos están!
Ñam!
(=
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