Estaba en boca de todos antes de que nadie pudiese verla. Las expectativas que se tenían de ella eran altísimas, demasiado grandes para que fuese capaz de satisfacer las ansias de ver verdadero cine de terror patrio que tenían las más de mil doscientas personas que hacían cola ansiosas en la entrada de la sala principal.
No sólo llevaban esperando esas tres horas de pie, sino casi toda la vida. El género de terror nunca había sido lo más representativo del buen cine español. Ejemplos de ello son las pésimas producciones que se han estado llevando a cabo desde el 2000, momento en que El arte de morir apareció por nuestras salas, seguido de Tuno negro, School Killer, Dagon: la secta del mar, Arachnid, El refugio del mal, Trece campanadas o Romasanta entre otras muchas. Durante esta última década ha habido contadas películas de terror español que se puedan hacer con el galardón de títulos realmente buenos, como hayan podido ser El espinazo del diablo, El maquinista, Los otros o Tesis, de las cuales, todas, excepto la última, no son de producción completamente española.
Sin embargo, en 1999, aterrizó en nuestros cines la ópera prima de un director que nos iba a dar muchas sorpresas a lo largo de su carrera, Los sin nombre. Jaume Balagueró fue creciendo y se fue convirtiendo en el mejor director de cine de terror de España con joyas como Darkness, Para entrar a vivir o Frágiles. Paralelamente, otro director intentaba dejar su huella en este género con algunos borrones como Romasanta, pero también con acentuados aciertos como es el caso de El segundo nombre. Gracias a ello, Paco Plaza también fue llamado para hacer esa malograda nueva temporada de Películas para no dormir y dejó una discreta obra llamada Cuento de Navidad. Estos dos directores se conocieron en el estudio de la comprensiblemente fallida OT: la película y se han vuelto a reencontrar para regalarnos la que, para algunos ha sido, la mejor película de un festival donde el cine patrio se ha adueñado de la cartelera.
Para hacer esta obra maestra, Jaume Balagueró se preguntó lo que se preguntan todos después y/o antes de ver cualquier película de terror: “¿cuál sería la película ideal? ¿cómo se podría hacer una película de terror para que el espectador pudiese vivirla desde dentro?" La respuesta le vino de la hermana pequeña del cine: “la televisión era un medio muy interesante para eso, y pensamos que podríamos hacer una película de terror que fuera narrada siempre desde el punto de vista de una cámara en directo, en tiempo real”.
Para llevar a cabo esa idea, que ya se investigó fuera de nuestro país con El proyecto de la Bruja de Blair u Holocausto caníbal tuvieron que aferrarse a una idea clave de la película: la improvisación. Paco Plaza lo explicaba así: “queríamos rodar un documental, un reportaje televisivo sobre una falsa realidad que nosotros nos inventáramos. Sí había un margen muy abierto a la improvisación, los actores nunca tuvieron el guión completo”. Muchos de los efectos que hacen del film una película especial son gracias a esto. Los movimientos de cámara inesperados, las reacciones ante una situación imprevista y la sensación de desconocimiento total conforman un falso reportaje sublime. Cualquiera de las escenas tiene una historia detrás que explica la realidad que estaba sucediendo en el momento de rodarla, Paco Plaza se acuerda de algunas: “los actores sabían como empezaba la escena y como iba a acabar”, en un momento en el que tenían que llegar al tercer piso “no sabían que había en el segundo, sabían que tenían que intentar llegar al tercero, era como una especie de gymkhana para ellos y también para nosotros”. Jaume Balagueró recuerda también anécdotas curiosas del rodaje, como una premisa que acordaron entre el grupo de actores y el equipo técnico: “cuando gritemos acción nunca pararemos, pase lo que pase, porque la realidad no se para”.
Para el rol de la actriz protagonista, pensaron en alguien que estuviese especializada en lo que querían mostrar: los reportajes de televisión. Manuela Velasco fue la candidata elegida para llevar a cabo ese papel y ella se defiende así de esa elección: “he hecho mucha alcachofa en la calle, y por supuesto que sirve, sobretodo en una película como esta en la que, realmente, no sabíamos muy bien lo que iba a pasar”. La primera parte del largometraje fue grabada enteramente como un reportaje de España Directo o Madrid Directo en un parque de bomberos, programas de cuyas presentadoras, Manuela Velasco dice haber sacado ideas de su manera de hablar o de actuar. No debieron de equivocarse al elegirla como actriz pues el Festival de Sitges le otorgó el premio a mejor intérprete femenina, y A l’interièur no se lo puso nada fácil.
1 comentario:
¡Joder! Se me ha borrado el comentario. Tu blog funciona mal, no mi conexión.
Tengo una fuente de confianza que asegura que te asustaste durante la proyección de la película, y que casi provocas que Manuela Velasco se resbalara en el Meliá por tu babilla.
Eloy Azorín reborn!
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