martes, 22 de abril de 2008

DÍA DEL LIBRO. Cumpleaños de Nabokov

¿Casualidad y causalidad? Lo que está claro es que un 23 de abril (de calendarios distintos) murieron Shakespeare y Cervantes, ya no sólo escritores, sino referentes de sus respectivas lenguas. Pero también es verdad que un 22 de abril de 1899 también nació Vladimir Nabokov, el creador de una de las mejores novelas de la historia de la literatura: Lolita. Sublime se mire por donde se mire. Uno no se cansa de leerlo, es perfecto. Si se deja de lado la polémica de su extremo caso de pederastia y se lee como una novela de ficción, disfrutando de su narración, es posible ver en Humbert Humbert, en la elegancia de su prosa asesina, el reflejo de los más sofisticados asesinos en serie, que hacen hoy todavía admirar su talento y odiar sus actos. Os reproduzco el principio con la intención que este Día del Libro emigréis en procesión a comprarlo y disfrutéis con cada uno de sus delicados y cuidados párrafos:

Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta.

Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, cuando estaba derecha, con su metro cuarenta y ocho de estatura, sobre un pie enfundado en un calcetín. Era Lola cuando llevaba puestos los pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos fue siempre Lolita.

¿Tuvo Lolita una precursora? Naturalmente que sí. En realidad, Lolita no hubiera podido existir para mí si un verano no hubiese amado a otra niña iniciática. En un principado junto al mar. ¿Cuándo? Aquel verano faltaban para que naciera Lolita casi tantos años como los que tenía yo entonces. Pueden confiar en que la prosa de los asesinos sea siempre elegante.

Señoras y señores del jurado, la prueba número uno es lo que los serafines, los mal informados e ingenuos serafines de majestuosas alas, envidiaron. Contemplen esta maraña de espinas.
Es perfecto. Y la película no tiene nada que envidiar a la novela. Por supuesto hablo de la obra maestra de Kubrick, no de esa cosa de Lyne con Jeremy Irons.

2 comentarios:

Reverendo Gore dijo...

Lo-li-ta.
Malditas juventudes hiperdesarrolladas que confunden al ojo adulto.

petra dijo...

Recuerdo esa parte del libro como si fuera ayer (=

Sigues teniendo buen paladar!