jueves, 12 de marzo de 2009

BANDE À PART. ¿Por qué es surrealista?

Llevémoslo al campo de la pintura. Un retrato trata de ser lo más realista posible, a pesar de falsearlo con positivos o negativos puntos de vista. Un retrato en el cine podría decirse que es un documental: un género que intenta reflejar la realidad, pero la modifica a conciencia, como los retratos de la realeza, el antecesor del Photoshop. Sin embargo, en el cine, los retratos también pueden ser películas que tratan de retratar la mísera realidad calcando una historia al uso y poniendo diálogos en bocas de personajes. Se corre el peligro de maquillarlo en exceso, como con Ladrón de bicicletas, y recargar el lienzo de un montón de detalles que no aportan nada, y restan intencionalidad al objetivo de conmover.


Existe, en la pintura sobre todo, una corriente llamada Surrealismo, y que ha evolucionado tanto que las obras surrealistas, muchas veces, pasan desapercibidas. En el cine firma la veteranía Buñuel, pero no son los pocos que se han subido al carro intencionada o inintencionadamente. ¿Qué consigue una película surrealista al estilo de Bande à part? Transmitir un mensaje limpio, sin dárselas de observador, en el que se crea un mundo donde no resulta desconcertante un grupo de personas bailando al son de una música insonora, o una manzana volando frente a un señor con bombín. En ese mundo, todo es acorde a su realidad, y nadie podrá negarlo.

Resultaría decepcionante imaginar a gente que no asumiera que Bande à part es surrealista al cien por cien, y que diera por sentado que una conversación de bar como aquella pretende emular una reunión realista de amigos con labia intelectual. Aunque mejor dicho, imaginarlo sería casi mejor, así como imaginar que Godard haya podido engañar una vez más a sus espectadores, igual que su heredero gamberro Tarantino, haciendo creer a sus afines que algún día, en algún bar, podrán tener una conversación como aquélla. Supongo que eso les dará ánimos. Nos dará ánimos.

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