viernes, 10 de octubre de 2008

DIARIO DE SITGES: Día 8: El día más aburrido lo protagoniza Charlie Kaufman

La actualización de hoy será corta.

Por un lado tenemos a The Broken, una visión particular, por parte del director de la magistral Cashback, sobre la archiconocida historia de La invasión de los ladrones de cuerpos. La gente empieza a desconfiar de sus seres queridos, nadie parece ser quien era, y "mi marido ha empezado a comportarse de forma rara". No me convenció, en ningún momento me sentí interesado por lo que les podría pasar a las víctimas de la película, y me dio igual por qué la gente empezaba a actuar de modo extraño. No sé si sólo me pasó a mí, pero la trama se quedó a años luz de despertar algún interés entre el público, por lo que con cualquier final me habría sentido indiferente.


Y esta película fue sólo el empezar.

Vendría después Tokyo!, un experimento extraño, en la línea de París, je t'aime pero con mediometrajes de la ciudad que da título a la película. El primero es mi favorito, del maestro Michel Gondry, que narra la historia de una pareja que vive en el piso de una amiga mientras buscan casa propia, y da un giro total al bizarrismo que te obliga a buscar explicación a todo lo que ocurre a la vez de dibujarte una sonrisa en la boca. Todo lo contrario que las otras dos partes. La segunda es de risa fácil, y muy simple, sobre un hombre excremento. Y la tercera, un ensayo caótico sobre la gente solitaria que no se relaciona con nadie y se encierra en casa, el cual no está nada mal, pero acaba por aburrir un poco.


Pero lo peor estaba al final.


Para terminar el día estuvo Synecdoche, New York, de la cual preferiré no hablar. Algunos críticos salieron diciendo que estaba bien, pero me niego a redimirme ante sus alabanzas. La película es un tostón importante, y no doy crédito a cómo el guionista de la magistral Cómo ser John Malkovich, una celebérrima obra de arte, ha podido tirar su maestría por la borda para dirigir algo tan simple como esta película con "el gordo de Boogie Nights". En fin, quizá fui al cine sin las gafas de pasta y no acabé de entenderla. Con todo, la decepción fue tan grande que me arruinó toda la noche.

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