La nana es una película que, de la noche a la mañana, pasó a ser la favorita de muchos. Una de esas películas que pasa sin pena ni gloria por varios festivales independientes despertando una sonrisa en el público, un buen sabor de boca, y algo en que pensar. Sin embargo, La nana, sin proponérselo, ha llegado a estar nominada al Globo de Oro a Mejor Película de Habla No Inglesa, multipremiada en Sundance y alabada por un gran número de críticos. Y de público.
Es una historia que no peca de sencilla, a pesar de serlo. La mirada hastiada, hipnótica y cabreada de la mujer arriba sentada, frente a su plato, es la protagonista de una visión menos terrorífica y más realista de La huérfana. Salvando miles de distancias. Al fin y al cabo, esta maquiavelicamente celosa nana obra igual que la pequeña de mirada angelical: a las espaldas, disimulando y haciéndose la mártir. No se fíen de ella. O háganlo, y a ver si han obrado en consecuencia.
Aunque tiene algunos fallos de ritmo, La nana consigue que te pares a pensar si La cinta blanca, Un profeta o Los abrazos rotos tienen un rival duro de pelar.
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